Demasiadas palabras

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Leones del Congreso

En su día se colocaron dos leones a las puertas del Congreso como custodios de la voluntad popular. Ello no ha impedido que el edificio haya sido ocupado por monarcas, dictadores y algún que otro aprendiz, de lo uno y lo otro, que ha usurpado esa voluntad ciudadana para someterla a otros intereses y caprichos. El último episodio se ha consumado mediante un chute directo en vena, sin anestesia ni contemplaciones, por trámite de urgencia, en lectura única y por imposición de una mayoría absolutista.

El pasado 27 de febrero el Partido Popular aprueba una propuesta que choca frontalmente con el Derecho internacional y vulnera la Constitución. Ese día, en el Congreso, el negocio enmudeció a la justicia. Mucho Opus, muchas medallas y golpes de pecho, pero cuando tienen que decidir entre las víctimas y sus verdugos, los diputados del PP optan por la impunidad. Y lo hacen de manera veloz para que los gobernantes chinos se sientan reconfortados y convencidos que aquí, en la marca España, hay unos gobernantes decididos a avalar sus crímenes y abusos. Entre el dinero y la justicia, los diputados del Partido Popular lo han tenido claro.

Cuando vuelvan a hablar sobre de voluntad popular, habría que ponerles delante de un espejo y darles una respuesta, tan contundente, que no la puedan olvidar. Si fuera cierto eso de que el Congreso es la representación de la ciudadanía: aquella que gritó a los parados, «¡que se jodan!», ya no ocuparía el escaño que aún conserva. Si fuera cierto lo de la representación popular, estarían más atentos a los ciudadanos que a las órdenes del partido. Si fuera cierto; las mentiras no serían tan asiduas, los corruptos no estarían amparados ni serían bienvenidos y el presidente no tomaría la palabra para relatarnos una ficticia realidad, un país de fábula distinto al que vivimos. Tanta irresponsabilidad hay en su interior que, los fieros guardianes, han mutado en dóciles animales de compañía, transformado su fiereza en complacencia y pasividad.

Los leones de Ponciano Ponzano son tan sumisos que no han impedido que en el Congreso se colaran delincuentes de la palabra y bufones del disimulo. Sus poderosas fauces se muestran indolentes e inmóviles en su quietud de bronce. Tal es la pasividad que todos saben que no hay peligro. Quienes pontifican sobre los deseos del pueblo y quienes arengan arrogantes, en nombre de ese pueblo, intuyen que todo les está permitido; que el pueblo, como esos leones, no se moverá por muchas provocaciones que reciban.

Rara vez este pueblo supo sacudirse la indiferencia para poner las cosas en su sitio. Quizá el problema está en el origen. Si en vez de estar fundidos, con los cañones de la Guerra de África, se hubieran moldeado con lo mejor de cada uno de los pueblos de este país; si, en vez de ceder la custodia de nuestros intereses a otros, nos convirtiéramos en nuestros propios defensores, otro gallo nos cantaría. Los reaccionarios lo saben, conocen que pueden contar con la pasividad de esos indolentes custodios de la representación nacional, con la indiferencia del pueblo que se transforma en complicidad y degenera en cobardía.  Y mientras tanto, sus señorías de la derecha, levantan otra frontera para que la justicia no pueda entorpecer los intereses económicos, para dejar bien alto y claro que el negocio está por delante de los derechos y dignidad de las personas.

Es lunes, escucho música:

Han escrito sobre el tema: Xavier Caño, Roberto Guimerá, Laura L. Ruiz, Francisco González Tejera, Juan Pedro Rica, Mary Forner, Amin Azmani, Ángel RomeraJavier De Benito Hernández,  

http://wp.me/p38xYa-Gl


2 comentarios

  1. grojol dice:

    «Somos entre tanto felices.
    Seven o’clock.
    Todo es bar y delicia oscura.
    ¡Televisión!»
    (última estrofa de «Los intranquilos» De «Maremagnum» – Jorge Guillén)

    Y… ¿No será que los leones están representando fielmente esa indiferencia popular?
    Salud

    • Juan dice:

      Bien traído el poema.

      Sobre la pregunta que formulas, la respuesta está en el texto. Efectivamente, como colectivo, nos quedamos impertérritos ante los acosos, con la movilidad de las estatuas. Así nos va… Gracias.

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