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Gran sol

Libro:  Gran Sol
Autor: Ignacio Aldecoa
Editorial: Diario El País
Año de edición: 2003
ISBN: 84-96246-05-1

 

Gran sol recrea la desazón, la soledad, la desesperación y la rabia. También la aceptación de la realidad desde una rebeldía constante; el retrato del inconformista que llevamos dentro y la falta de coraje e impulso para cambiarlo todo, para arrojar por la borda tanta miseria y todas la ataduras que nos inmovilizan.

Si en las primeras páginas algunos nombres como Afá o Sas pudieran recordar a personajes de Herman Melville en Moby Dick, hay que descartar cualquier parecido. Los personajes de Ignacio Aldecoa surcan los mares en busca de pesca y si ésta conduce a la aventura es algo secundario y fortuito. Salvo la magnífica narrativa, pocas similitudes pueden establecerse entre ambas novelas. La aventura y la hazaña por un lado, lo cotidiano y real por otro. Gran sol es el relato de una travesía sin misterios ni grandes odiseas. Las labores diarias, el transcurrir del tiempo y la convivencia a bordo del Aril en nada recuerda a las del Pequod. En esta narración no existen obsesiones que lleguen a la locura, tampoco se buscan ballenas imposibles; sencillamente persiguen bancos de peces con los que aliviar sus maltrechas economías y pescan por no saber hacer otra cosa.

Su argumento es un trazo que parece diluirse entre la espuma de las olas. A veces se tiene la sensación de estar leyendo un reportaje; otras un poema. El mar, el barco, la rutina que conduce al aburrimiento; el mirar sin ver o el hablar sin esperar respuesta. La mar y los que en ella trabajan, el mar y sus colores pero también sus olores: «Olía a podredumbre de algas y a tormenta». La mar indomable, donde siempre habita el duende caprichoso del miedo que cualquier persona puede sentir cuando la naturaleza se manifiesta de manera virulenta.

La rutina y la aceptación estoica del mar. Lo cotidiano, a veces transformado en aburrimiento, lo impregna todo dentro del Aril. Las conversaciones que parecen no interesar a nadie y los pescadores que, en vez de dialogar, monologan. La mar lo moja todo y tiende a extenderse más allá de sus orillas. El mar, el cielo, el aire, la bruma, el viento, las olas y las tormentas. Pero también los trabajadores de la mar, sus familias que quedaron en tierra y sus proyectos de futuro que rápidamente se desvanecen porque, para ellos, sólo existe el mar. Todo desempeña su papel de manera irremisible. Entonces, aparece el cansancio, el aburrimiento, la vaciedad de hacer siempre lo mismo; la jornada se eterniza y los tripulantes beben, algunos, tal vez, demasiado, «porque el barco y el muelle, el presente y la memoria, la alegría y la nostalgia combinan un deseo de vivir bebiendo y hablando». Y en ese perorar casi siempre rutinario, los marineros se preguntan por sus vidas, por sus familiares porque «las mujeres de los pescadores estaban condenadas» y los hijos eran un fracaso. Tienen también sus ensoñaciones y expresan sus quejas laborales pero todo en un tono resignado y de aceptación aunque alguna vez suelten barbaridades entre dientes, porque viven la tragedia de arriesgar sus vidas por un mísero salario y porque son conscientes de que volverán a jugársela cada vez que su barco zarpe. «El que está hecho a la mar, la tierra le viene pequeña».

Alguien acertó a decir que Aldecoa había escrito una novela coral, de hombres y barcos, y así parece. Ninguno de los protagonistas sobresale del resto de tripulantes y entre todos conforman el gran escenario de la vida en el mar y de la tarea del pescador. Ninguno de ellos se erige en el centro de la narración. Aunque Macario Martín, el Matao, con sus contradicciones, sus bebidas, sus gansadas, sus complicados insultos, sus barbaridades barrocas, su filosofía de la vida y sus mujeres, emerge sobremanera.

El tedio, el aburrimiento, la protesta murmurada y sin alzar la voz puede entenderse como una metáfora de la realidad española de la época. Aldecoa, en Gran sol, escribe sobre la lucha, la derrota y ensoñaciones de quienes viven en el mar logrando transmitir una visión global del mundo de la pesca y los pescadores. Es una narración sobre el mar alejada de esos abundantes textos que sobre el mar se han escrito repletos de imaginación, mitos ancestrales o leyendas imposibles. Frente al Joseph Conrad de singladuras, vientos y hombres luchando contra un mar hostil y tormentoso, al Galdós de Trafalgar ensangrentado de restos y despojos después de la batalla, Aldecoa nos recrea el mar de los pescadores que bien pudiera representar a la sociedad monótona, triste y condenada al ostracismo por aquella asfixiante presión de la dictadura.

Que me perdonen los críticos, que se muestren indulgentes y benévolos los cultos, que me llamen pedante quienes nunca lo leyeron, pero afirmo que Ignacio Aldecoa es uno de los grandes y Gran sol, una gran novela.

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