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21 lecciones para el siglo XXI

Yuval Noah Harari es un divulgador que vende muchos libros gracias a sus observaciones y a una escritura sencilla y sugestiva. Ser leído por personajes como Obama o Bill Gates contribuyó a que sus libros llegasen a otros muchos. En todo caso, que libros ensayísticos se conviertan en auténticos superventas, abre un resquicio a la esperanza. El que estas 21 lecciones, como antes Sapiens: de animales y dioses, o más recientemente El infinito en un junco, de Irene Vallejo, aparezcan entre los libros más vendidos quiere decir que hay muchas personas que se resisten al dominio de youtuberos insulsos, de la tv folletinesca y otros engendros.

21 lecciones para el siglo XXI, ofrece reflexiones sobre un mundo amenazado por al inteligencia artificial, la pérdida de valores, la proliferación de la mentira o el auge del populismo. Su autor sostiene que el mundo actual, comparado con otros tiempos, evoluciona de una manera vertiginosa. Que las certezas de tiempos pasados tenían mayor recorrido mientras que las de ahora, si existen, son demasiado efímeras. Median­te veintiún conceptos se pregunta y aproxima al lector a los que él considera los principales retos de esta centuria agrupándolos en distintos apartados: el desafío tecnológico, el desafío político, desesperación y esperanza, verdad y resilencia.

Todos estos capítulos contienen consideraciones interesantes. Resalta Harari, por ejemplo, que estamos avanzado tanto en el desarrollo de la inteligencia artificial que ésta empieza a realizar actividades hasta ahora reservadas a los humanos y que está llamada a suplantar a un buen número de trabajadores. Como consecuencia de ello se pregunta, y pregunta a quien lee, si estamos preparados para vivir en una sociedad donde cada vez haya menos opciones de trabajar.

Por otro lado, vaticina que la democracia tal y como la conocemos ahora, o se reinventa o terminaremos «esclavizados por dictaduras digitales». Indica que dicha reinvención es complicada porque el nacionalismo, la religión y la cultura hacen difícil la necesaria cooperación global. En este sentido, reflexiona con la probabilidad de entregar nuestra soberanía a los algoritmos. Si el poder está en el control de los datos y de la información, conceptos como libertad o igualdad corren peligro.

El autor aborda temas como el terrorismo, la guerra, Dios y el laicismo para advertir de los riesgos que comporta el que un estado termine abrazando el relato religioso o nacionalista: «las tensiones nacionales, religiosas o culturales empeoran por el sentimiento grandioso de que mi nación, mi religión y mi cultura son las más importantes del mundo». No se olvida de la ignorancia, la justicia, la postverdad y la ciencia ficción para apuntar que mientras conocemos cómo las falsedades, las leyendas inventadas y las historias adulteradas, son una constante a lo largo de la historia de la humanidad, «no nos damos cuenta de lo poco que sabemos sobre lo que está ocurriendo», ahora, aquí, ante nuestros ojos.

«¿Cómo se vive en una época de desconcierto cuando los relatos antiguos se han desmoronado y todavía no ha surgido un relato que los sustituya?». Para responder a esta interrogante Harari escribe sobre la educación, el significado de la vida y la capacidad de observación. Insiste en el exceso de información y memorización cuando lo importante es dar sentido a esa información y diferenciar lo útil de lo accesorio, para sugerir que «en las escuelas deberían dedicarse a enseñar las cuatro ces: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad». En otras palabras, defiende flexibilizar la educación, abandonar la idea de la memorización y dedicar más esfuerzo en enseñar a pensar.

Yuval N. Harari plantea muchas preguntas. Es cierto que no ofrece respuestas y que, en algunos casos, se limita a especular. Con todo, incita a pensar sobre trabajo, libertad, igualdad, política, sosteni­bilidad, religión, inmigración o identidad nacional. También sobre la información como un imposible cuando los voceros de la mentira se revuelven ante la verdad, manipulando las palabras para manipular a las personas. Harari apenas ofrece conclusiones, es cierto. Puede que no las tenga. En todo caso, como el buen maestro, lejos de adoctrinar, anima a buscarlas.


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