Nos mienten tanto que hemos aceptado la mentira como un mal menor. Tan admitida está que la Secretaria de Estado de Comunicación escribe desde el Congreso de los Diputados: «Peor que mentir es aburrir». Con este panorama, no puede extrañar que muchos piensen que el director de La Razón hace periodismo, que Bisbal o Bustamante tienen talento musical, que el rescate bancario no nos costó nada, que Rajoy diga que «el PP no es un partido corrupto» o que Amancio Ortega pase de misántropo a filántropo según se tercie.
La donación millonaria de Amancio Ortega a la sanidad pública, suficientemente publicitada, loada y vituperada está en boca de todos. Unos alaban la generosidad del empresario o su enorme labor social al crear miles de puestos de trabajo, otros ponen el acento en determinados aspectos de sus negocios como el desprecio por los derechos laborales, la evasión de impuestos o las condiciones de esclavismo en determinados centros de producción que trabajan para Inditex. De entre todas las reacciones, la más interesante es la de determinados colectivos que se han destacado en la defensa de la sanidad pública cuando, desde el poder político y sus aledaños, se apostaba por los recortes o la privatización. Malos tiempos cuando se asume que el fin justifica los medios o cuando se demoniza a los defensores de lo público y a quienes consideramos que determinados servicios no pueden depender de donaciones privadas. En todo caso, la polémica suscitada pone de manifiesto la insuficiente financiación de la sanidad pública y la incapacidad de sus actuales gobernantes. Por otra parte, la polémica puede servir para abrir el debate sobre qué sanidad pública queremos y si ésta pasa a ser un tema prioritario y suficientemente presupuestado.
300 millones es una raquítica inversión en publicidad que, sin embargo, le ha proporcionado a Ortega espectaculares beneficios para sus marcas, al mismo tiempo que ha lavado su conciencia y obtenido un solar privilegiado en el reino de los cielos.
Balzac describió la piedra angular del capitalismo: «Detrás de cada gran fortuna hay un delito».
Y digo yo que quien consigue amasar una gran fortuna en un año debería haber sido encarcelado doce meses antes.
Salud